En la Tormenta (Capítulo 1)

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EN LA TORMENTA


CAPÍTULO 1:
PRELUDIO

La lluvia cae intensamente, ha estado lloviendo toda la noche y continúa ahora que ha amanecido. Hace frío, siempre hace frío en este planeta. Kozu, el último rincón de la Galaxia que te gustaría visitar, un planeta apartado y pobre, pero de un gran valor estratégico y con muchos recursos en su subsuelo para la República. Por eso ahora está lleno de droides, y de clones que quieren patearles para quedarse con todo el planeta. La Confederación nunca da su brazo fácilmente a torcer, aún así, estamos barriéndoles batalla tras batalla, hemos reducido su capacidad de acción en un 70% y la lluvia ha estropeado a la mayoría de los droides que han sobrevivido. Evidentemente todo ha costado muchas vidas y gran parte del pelotón de clones ha muerto para que ahora estemos en este punto. El resto tiene tantas ganas de salir de este rincón olvidado del Borde Exterior como yo.
Para desayunar me tomo el pan que nos han dado los vecinos de la ciudad con las manos tiritando, hace semanas que se nos acabaron los suministros para esta batalla que debió durar días y se ha alargado ya demasiadas semanas. La gente aquí parece simpática con todo lo que huela a República, aunque quizá sólo quieran apaciguar al bando que más cerca y nosotros estamos ocupando su ciudad. No obstante, a muchos les caemos simpáticos. Nosotros les gustamos poco, pero los de la Confederación aún les gustan menos. 
A veces se acercan más de la cuenta a nosotros para hablarnos. Es algo que ciertamente aprecio, ya que es la única vez que no tengo la sensación de estar hablando con el mismo hombre repetido una y otra vez. Es demencial mirar a un lado y a otro y ver siempre la misma cara. Es una sensación ciertamente incómoda el estar rodeado de hombres exactamente iguales. Uno tarda en acostumbrarse.
Me uní al, así mismo llamado, Gran Ejército de la República hace ya más de un año, cuando esta guerra empezó a recrudecerse. Los efectivos clones no son suficientes para luchar contra el masivo ejército droide del que dispone el enemigo, ni hablemos ya de sus armados aliados, así que la República empieza a contratar a otros hombres, como yo. Mi nombre es Lakki Tak y lucho en las Guerras Clon.


...

La lluvia cae con fuerza sobre las calles de la ciudad, ahora casi reducida a un amasijo de ruinas. La humedad me llega a los huesos. Me resguardo como puedo bajo el porche del bloque del vecindario pero es imposible no mojarse. Maldita sea, si no me matan las máquinas del enemigo, lo hará la pulmonía.  -  ¡Achís!  -  Ya empieza.
Los clones se están poniendo muy nerviosos, más de lo habitual. No hacen más que corretear de aquí para allá sin importarles que el barro producido por la lluvia esté provocando que sus relucientes armaduras dejen de ser blancas. Me pregunto qué les hará inquietarse tanto, sólo son unos cuantos batallones de droides de combate los que hay frente a nosotros, nada que no hayamos barrido con relativa facilidad desde el comienzo de la campaña.
Dínamo viene de algún punto de la ciudad, ahora semi en ruinas. Es el comandante clon que ha estado dirigiendo la operación desde que el anterior murió. No me preguntéis porque le llaman así, sólo sé que le llaman así y creo que tampoco me gustaría saberlo.
- Preparad las armas.  -  Dice sin quitarse el casco de la cabeza, ni siquiera como señal de respeto hacia sus propios hombres.  - Vamos a barrer de una vez por todas al ejército droide de este planeta.
- Ya era hora.  -  Pienso yo.
Ni siquiera me da tiempo de coger mi DC-15A cuando aparece Furioso, la mano derecha de Dínamo y segundo al mando en la operación. Un clon letal en el campo de batalla con el que ya he podido compartir combate. Furioso y yo nos caemos bien mutuamente, es uno de los clones con los que he podido estrechar más amistad durante estos años de duro combate.
- No podemos atacar aún. - Dice Furioso. - Los refuerzos están a punto de llegar, el General Loa está teniendo problemas, pero vendrá en breve.
- ¿Refuerzos?  -  Pienso para mi mismo.
¿Por qué íbamos a necesitar refuerzos para acabar con un par de cientos de droides llenos de robín por la lluvia? Es absurdo. 
El clon llega a la misma conclusión que yo.
- No necesitamos refuerzos para barrer a esas hojalatas del camino. - Responde Rojo. - Si esperamos más pueden reagruparse o huir, hay que machacarlos ahora.
- Son órdenes del General, señor.  -  Responde Furioso.  -  Tenemos que esperarle para atacar.
Dínamo se resigna en silencio y se retira, volviendo al final de la fila, de donde había venido en un primer momento. Por su parte, Furioso relaja un poco su posición y se acerca hacia donde estoy yo sentado. La expresión de su cara refleja la confianza que hay entre ambos.
- Matt...  -  Dice con una sonrisa.  - Que alegría volver a verte. 
- En la guerra siempre es una alegría volver a ver a un amigo.  -  Le respondo yo mientras le doy un abrazo tan fuerte que creo aboyar su armadura.
Furioso no parece ser igual que el resto de clones, aunque tenga también la misma cara, la calidez con la que se dirige a mí no se repite en ninguno de sus subordinados.
-  Hay complicaciones.  -  Dijo Furioso.
- ¿Complicaciones?  - Le respondí yo. - No lo entiendo, pensaba que ya casi habíamos derrotado al ejército de droides.
-  La Confederación se guarda una última carta en la manga.  -  Dijo Furioso un tanto consternado.  -  Entre tú y yo... creemos que han podido levantar una fábrica de droides en este planeta y los están produciendo en masa ahora que la mayoría de sus fábricas han quedado destruidas o inhabilitadas. Los están produciendo en masa para lanzar una segunda oleada que cambie por completo las tornas de esta guerra.
-  Debes estar de broma, ¿no?  - Le digo sin poder creer las palabras que me dice.
-  En absoluto.  -  Me dice con cierto pesimismo en la mirada.

...


No tiene que pasar más que media hora más hasta que, por el horizonte, aparece unas tres o cuatro cañoneras de la República, surcando los cielos mientras esquivan como pueden la tormenta. ¿Esos son los refuerzos de los que hablaba Furioso? Apenas habrán unos treinta o cuarenta hombres, con mucha suerte.
Dínamo y Furioso van a su encuentro junto a algunos clones más, yo decido hacer lo mismo a pesar de que los clones me miran con resignación. No les gusta que me tome libertades, pero tienen que entender que yo no soy uno de sus sumisos soldatitos y quiero mantenerme al tanto, especialmente cuando mi vida corre peligro.
Cuando llegamos al punto de aterrizaje, vemos como los nuevos clones, lejos de ser un destacamento nuevo, con armaduras relucientes y listos para la acción, son soldados cansados y algunos de ellos heridos.
- ¿Qué ha pasado?  -  Pregunta Rojo al ver semejante escenario.  -  ¿Y los refuerzos?
- Nosotros somos los refuerzos.  -  Dice una voz de alguna parte tras la fila de clones. No es el timbre de voz repetido de un clon, sino más bien una voz más grave y severa. Quién se revela tras la misma no podría parecerme más insólito. Su capa oscura y larga, su aspecto sereno y firme y, sobre todo, la espada que lleva en el cinto, lo revelan como un Caballero Jedi. Maldita sea, llevo escuchando hablar de ellos desde que me alisté y es la primera vez que me cruzo con uno, por fin.
- General Loa.   -  Dice Rojo cuadrándose ante él.  - ¿Qué ha ocurrido con los batallones que iban a llegar?
- La Confederación nos interceptó.  -  Responde el Jedi.  - Atacaron y derribaron nuestro crucero, somos los únicos supervivientes.
Tanto Rojo como Furioso no pueden evitar estremecerse ante las palabras del Jedi. Mientras tanto, yo no paro de recordar las palabras de éste, quizá sea verdad que la Confederación esté volviéndose fuerte en Kozu y se prepare para contraatacar definitivamente. Vaya, y yo que pensaba que pronto saldría de esta bola de barro húmedo.
El Jedi habla acaloradamente con los clones mientras una pequeña figura se mueve por el fondo, una figura humana de un tamaño medio-bajo que parece querer saltar sobre los hombros de los altos soldados que se arremolinan a su alrededor. De repente, el Jedi pone su mano sobre aquella figura y puedo verla mejor.
Es una chica de apenas unos 17 o 18 años que viste de forma similar al Caballero Jedi que hay a su lado y al que mira con la confianza con la que se miraría a un padre. ¿Qué hace un Caballero Jedi yendo a frentes de batalla con niños? ¿Qué clase de gente son que permiten que chicas de esa edad puedan estar en lugares de desolación como este?
- Esta es Iska, mi Padawan.  -  Le dice a los clones que tiene en frente.
¿Padawan? ¿Qué demonios es un "Padawan" si se puede saber? Jamás he escuchado tal término.
La niña es tímida y está asustada. No obstante, no pasa demasiado tiempo hasta que empieza a soltarse, con grandes dificultades claro. Al girarse, me doy cuenta de que en su cinto lleva otro sable láser. Es otra Jedi. Claro, "Padawan" debe ser la palabra que ellos utilizan para denominar a sus aprendices, a los que, al parecer, se llevan a la guerra.
- La situación es muy crítica.  -  Dice el Caballero Jedi mientras su Padawan sólo hace que mirar de reojo con un temor que no puede esconder.  - Ahora mismo el ejército droide podría contarse en millones.
- Tenemos que contactar con Coruscant e informar de la situación.   -  Dice Rojo.  -  Nosotros solos no podemos hacer nada contra un ejército así.
- No tenemos medios para hacer algo así, sólo podemos enviar mensajes de socorro a otros cruceros clones.  -  Dice Furioso.
- Nosotros éramos el único crucero cercano.  - Dice el Jedi. - Y veo muy improbable que la República envíe alguno teniendo en cuenta que están muy ocupados en otros mundos y que esta batalla se consideraba casi ganada.
- Si ven que no nos comunicamos con ellos, enviarán ayuda.  -  Grita Dínamo.
- Para entonces quizá sea demasiado tarde.   -  Responde Furioso pesimista.
Miro la situación y pienso que no hay mejor momento si quiero salir de este estercolero de planeta. Me adelanto a la escena e interrumpo a los clones.
- Entonces lo que hay que hacer es ir directamente a Coruscant y comunicar la situación.   -  Les digo.  -  La Confederación aún no controla la órbita del planeta, ¿no?
- ¿Y tú quién eres?  - Me pregunta inquisitivo el Jedi.
- Soy Matt Rota, capitán del Gran Ejército de la República.  -  Le respondo sin vacilación y con el tono militar que mi rango merece.
El Jedi me mira extrañado. Se nota que no está acostumbrado a ver soldados no-clones entre sus hombres. Los "agregados" siempre causamos esa sensación de confusión, ahora sé que también ocurre con los Jedi.
- Ah...  -  Dice el Jedi.  - Sí, es una buena idea.
Sonrío de forma un tanto chulesca mientras el Jedi me sigo mirando como a un bicho raro. Acto seguido, giro la cabeza hacia su Padawan y ésta me aparta la mirada al instante.
- Bien, pues creo que el idóneo para ello soy yo, ya que puedo pasar desapercibido.  -  Les respondo. - Conseguiré una nave local y me despediré de todos ustedes.
Quizá eche de menos a Furioso, pero nada más, odio este planeta y esta guerra se me está empezando a atragantar, romper robots a tiro limpio no es motivador.
De repente, suena un estruendo en el horizonte. Una gran explosión, y de forma seguida un griterío.
- ¡¿Qué diablos es eso?!  - Grita Dínamo.
Lo siguiente que escucho es un sonido que conozco muy bien, el ruido que hace un ATT al disparar, los enormes carros de combate que usa el ejército droide. Y no uno, sino muchos.
- ¡Nos atacan! - Gritan los clones en la vanguardia.
Qué ironía, lo que iba a ser una ofensiva se ha convertido de repente en una defensiva a la desesperada. El enemigo se nos ha echado encima sin que nos hayamos dado cuenta.



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