Lucy: Rompiendo todos los límites

Lucy es una de esas potencialmente grandes películas de ciencia-ficción que acaban en el cajón del olvido por culpa de un guión que no termina de resolver con la suficiente inteligencia la brillante idea de la que parte. Es una pena, porque tanto el planteamiento como la protagonista y la localización es perfecto para desarrollar un gran film que mezcle la ciencia-ficción con la acción, el suspense y determinadas dosis de existencialismo pseudo-filosófico. Lucy empieza con buen pie, pero no acaba de ser la película que debía haber sido, perdiéndose en un caótico guión que va de aquí para allá con la excusa de que todo vale si las reglas de la lógica se pueden romper.

La película está localizada en Taipei, capital de Taiwan y una de las ciudades más vistosas de Asia, localización que le da a la película un cierto aire a anime sin caer en el recurso fácil de plagiar las obras de animación japonesas contemporáneas. Sin embargo, yo creo, y pienso que voy muy bien encaminado con esto, que esta película es, de alguna forma, precursora de la próxima adaptación de Ghost in the Shell que, casualidades de la vida, tiene a Scarlett Johansson de protagonista. Sólo hay que observar sus cuidados fotogramas en Taipei para darse cuenta de la influencia estética del estilo japonés en un vertiginoso cruce con un Cyberpunk descafeinado, donde todo es oscuro y ambiguo pero a la vez atractivo y estético. Eso sí, no se olvidan los estereotipos ni por un momento, presentándonos al personaje de Johansson como la típica occidental que está en oriente de forma casi accidental, como una belleza femenina de ojos azules en un mundo duro y heterogéneo a ella. Imagino que esto también es para que se note la diferencia cuando Lucy empieza a convertirse en un genio y deja atrás su personalidad tonta y estereotípica de Barbie becada en Asia para convertirse en Lucinator.

No hay nada que reprocharle a Johansson, construye un personaje que sufre de grandes cambios a lo largo de la película. Es difícil que te llegué a convencer un personaje que cambia tanto, porque nunca te llegas a acostumbrar a él y siempre que te encariñas o te acostumbras a un determinado grado de personalidad, ésta vuelve a mutar para cambiar también su forma de ser. De niña tonta se convierte en  una psicópata que dispara a los taxistas y a los enfermos, y después en una genio que habla por teléfono llorando con su madre, pero luego sigue cambiando hasta convertirse prácticamente en una deidad. Y ese es precisamente el problema, que Lucy no puede ser herida, ni siquiera puede ser tocada si no lo desea y si el personaje principal de una película de acción es prácticamente un dios, la película pierde bastante interés. Es una pena, porque el inicio de la película es realmente emocionante, entretenido e interesante, y parte de una idea brillante, la de una chica raptada y asustada que se vuelve superinteligente y pone a sus captores en problemas, una mezcla entre Sin límites (Neil Burger, 2011) y el cine de acción más puro. En mi opinión, el director debería haberse quedado ahí y haber profundizado, en lugar de llevar el film a terrenos confusamente inhóspitos.

Quizá ese sea el mayor problema de Lucy, que profundiza tanto que se pierde en su propia teoría y se olvida de la película en si misma. La película va más allá de todo lo que una película de este género suele ofrecer y rompe todos los límites, y quizá eso sea lo peor de la misma, lo que la convierte en una obra bizarra de un cuidado acabado pero no por ello menos extraña y fácil de ser acogida por el público palomitero. Y no digo que sea una película sesuda, que no se me malinterprete, pero es una película que, de alguna forma, trata de hacer algo diferente con lo mismo de siempre.

Curiosamente, un blockbuster que, de vez en cuando, hace un grotesco Mash up con un cine pseudo-experimental que parece más la obra de unos estudiantes que una película de factura multimillonaria como ésta. No hacía falta llevar al terreno de lo experimental el montaje para mostrarnos cosas que son más que obvias y entendibles sin dichas imágenes, y parece redundar y aburrir sobre ideas más básicas de lo que nos venden en ella. Aún así, es una película entretenida e interesante que ver y, sin duda, merece su visionado, al menos una vez. Totalmente recomendable si se quiere ver algo diferente y entretenido.