Final Fantasy IX: Mi Último Gran Juego

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Andy y yo abrimos el blog para hablar de cine, televisión y cómics así que en el blog hay pestañas para hacer reseñas en esos formatos y no para hacer reviews de videojuegos. No obstante, como ninguno de los dos somos grandes jugadores de videojuegos tampoco es algo en lo que hemos reparado... hasta ahora. 

Llevo días recordando la época en la que jugaba a estos vídeojuegos que la primera playstation, sujeta a la firme ley de los 32bits como máximo de gráfica, nos ofrecía cuando aún éramos unos chiquillos. Ay... qué de años aquellos que nunca volverán. Recuerdo jugar a los Tony Hawk Pro Skater en la cocina de mi primo y al Jedi Power Battles (considerado hoy en día como uno de los peores juegos de Star Wars) con varios de mis amigos. Recuerdo también que mi primer juego de Playstation fue aquel juego de plataformas que hicieron de la adaptación de Disney de Hércules, un juego de 2D que hoy en día llamaría muy poco la atención de cualquier chaval acostumbrado a gráficas que desafían el Uncanny Valley


Qué recuerdos amigos, qué recuerdos...

Pero Hércules no fue más que el pistoletazo de salida. Mis padres me regalaron poco después un juego que cambiaría mi vida para siempre, mi vida y la vida de muchos que jugaron a él, Final Fantasy VIII. El juego me enganchó desde el minuto uno, sus gráficas, sus personajes y su jugabilidad eran dignos del tiempo que invertí en terminarlo, que al principio se hacía eterno y se hizo cada vez más fácil y corto a medida que lo intentaba. Recuerdo muy bien el eslogan con el que lo vendieron "lo acabarás... algún día." Qué mala baba, y que listos fueron los de SquareSoft.

Como me enganché a la saga Final Fantasy a raiz de ese juego, fui a buscar mi nueva dosis en su predecesor, Final Fantasy VII, un juego que tenía muy buena fama y que, incluso hoy, se tiene por muchos como el mejor de todos hasta la fecha. No por nada la única película basada en la historia de un juego (con esto eliminamos a Final Fantasy ya que no está basada en ningún juego) fue Final Fantasy Advent Children que seguía las aventuras de Cloud y compañía más allá de los eventos que se cuentan en este juego.

Sin embargo, llegué tarde FFVII, había algo que no me terminaba de llamar en él, quizá la estética tan futurista y cyberpunk, el mundo oscuro y deprimido en el que vivían los personajes o unos gráficos que eran significativamente inferiores a los de FFVIII. Ojo, no digo que no fuera un gran juego, lo que digo es que llegué tarde a él ya que me subí al carro en la siguiente entrega, al contrario que muchos que pudieron descubrir el mundo de rol de SquareSoft a través de éste.

No obstante, y debido al enorme éxito de FFVIII, llegó su esperada secuela, Final Fantasy IX.


Aquel mundo surrealista, con toques de Steampunk y cierto tono entre renacentista y medieval, me encantaba. Quería vivir en Alexandria, esa ciudad donde los barcos volaban sobre el cielo y los niños ratones jugaban en la calle sin que nadie mirase espantado aquella aberración de la naturaleza. 

Para un niño que creció en un pueblo del levante español, soñar con lugares de fantasía era la única escapatoria para un día a día aburrido en un lugar muy muy pequeño. Estoy convencido de que los que más desarrollan su imaginación son aquellos que han crecido en ambientes donde realmente tienen que utilizarla para no morirse del asco. Pero bueno, volvamos a la reseña del juego y no nos vayamos por las nubes.

En definitiva, todo en ese juego me resultaba increíblemente atractivo, a pesar de que los personajes habían vuelto a ser enanos cabezones después de que FFVIII introdujera a la gente de tamaño normal en la saga. No obstante, eran más salvajes y auténticos. Yitán era un ladrón y un secuestrador (con cola como Goku para más inrri), en contraste con el pelele llorón de Squall, de FFVIII. Del resto no me acuerdo demasiado, sé que el mago negro era Bibi y había un guerrero medieval fuertote al que yo nombraba Arnold (en honor a Swarzenegger) pero se llamaba de otra forma. Luego había una niña con un cuerno en la cabeza, un tipo pelirrojo con rastas y una mujer rara con cara de gato y una lanza que vivía en una ciudad en la que siempre llovía. Ah, y una cocinera gorda con la lengua colgando, que no tardó mucho en convertirse en mi personaje favorito.



Final Fantasy IX se deshizo del argumento de peso y los personajes complejos de su antecesor y dio un juego más divertido, con personajes que prácticamente eran una parodia de si mismos (maldita sea, ¡una cocinera!). Incluso se podría decir que explotaba ese gusto por lo extraño que tienen los Japoneses. Era un juego realmente friki, para chavales que querían pasárselo bien después de haber aguantado una historia de amor entre un guaperas con una cicatriz en la cara y una estrecha. 

No recuerdo mucho más de este juego, la última vez que me eché una partida no había cumplido aún los 20 años y ya estoy muy cerca de los 30. Lo que sí recuerdo es lo bien que me lo pasé jugando, lo fácil y a la vez ameno e interesante que me pareció, y las ganas con la que lo esperé, devorando ese número de Hobby Consolas en el que le dedicaban dos o tres páginas con fotografías enormes.


Final Fantasy IX fue el último juego para la Playstation original, antes de que Playstation 2 irrumpiera y mejorara lo presente. Entre ustedes y yo, esos 32bits no daban para mucho más. Más tarde vendría Final Fantasy X, aquel juego que parecía hecho especialmente para el verano con su temática acuática y playera. Sin embargo, yo me desmarqué. En aquellos años, las consolas ya no me llamaban tanto, estaba acabando el Bachillerato y preparándome para la Universidad y no me interesé por la Playstation 2, a pesar de que todo el mundo que conocía perdía la cabeza por esa videoconsola que ahora no querrían ni regalada. 

Quizá si la saga hubiera seguido en la Playstation original, aquella consola gris que sólo los que tenemos más de 25 años recordamos, este artículo seguiría. No obstante, mi experiencia, con mayúsculas, con los videojuegos se consagró y, a la vez, acabó con este gran juego. Por eso, y por todo lo que he dicho antes, Final Fantasy IX fue mi último gran juego.
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